¿Bueno o Malo?


 

—¿Entonces no es malo?

Hugo le dio una buena calada a su cigarrillo de marihuana y se tomó el tiempo de saborearlo antes de dejar escapar el humo por la nariz.

—Si fuera malo, no haría lo que hace —contestó Hugo con total seguridad.

Los dos amigos estaban sentados en el muelle afuera de la Base Aérea, contemplando la caída del atardecer sobre la bahía de Quintero. El frío del otoño se había encargado de ahuyentar a los pocos bañistas que quedaban en la playa, los últimos turistas que se negaban a dar término a las vacaciones y se aventuraban a seguir unos días más en la región antes de regresar al caos de la capital. Solo ellos, todavía con el uniforme del Colegio Inglés, aguantaban el viento de esas horas.

—Pero lo que hace es malo.

—No, nosotros hacemos las cosas malas. Él solo nos da la posibilidad de hacerlas.

Le pasó el porro a su amigo y lo miró fumar. Sabía que no estaba convencido con sus respuestas y esperaba que insistiera con sus dudas. A él, que le encantaba el tema, no le importaba en lo absoluto que esta fuera la cuarta vez que charlaban al respecto. Al contrario, lo disfrutaba.

—¿Y qué me dices de todo lo que sale en las películas? ¿Viste esa…? ¿Cómo es que se llama esa en la que un cura va a juicio porque la protagonista se murió después del exorcismo?

—¿La de Emily Rose?

—¡Esa!

Claro que la había visto. A Hugo le fascinaban las películas sobre exorcismos y posesiones y esa le había gustado más que nada por una sola escena. Aquella en el granero, cuando el sacerdote le ordenaba a Emily que le dijera los nombres de los seis demonios que la poseían y ella remataba con una frase que le puso la piel de gallina: “Y yo soy Lucifer, el demonio en la carne”.

—No entendiste lo más importante de la película.

Su amigo lo miró con los ojos muy abiertos.

—¿Qué cosa?

Hugo pidió el cigarrillo y fumó un poco.

—Al final, el cura lee una carta que dejó Emily, donde ella contaba que la Virgen María se le apareció para preguntarle si quería irse al cielo o quedarse en la tierra y seguir sufriendo. Ella le contestó que prefería quedarse.

—¿Y?

—Todo eso fue para que la gente pudiera ver lo peligrosos que son los demonios.

—¡Eso es lo que te digo yo! Los demonios son peligrosos, son malos y por eso el mundo está como está.

—Pero son peligrosos para que la gente trate de acercarse a Dios y se aleje de ellos. Es la forma que tiene Dios de usar la psicología con nosotros.

—Eso sí que no lo entendí…

—Dios nos muestra el mal camino, por decirlo así, para que veamos que tenemos que tomar el buen camino o nos va a castigar.

Compartieron el cigarrillo una vez más.

—¿Y eso de que echó a Lucifer del Cielo por querer ser cómo Él?

—Inventos nada más.

—Pero está escrito en la Biblia…

—En la Biblia también dice que un huevón vivió dentro de una ballena y esa sí que es una estupidez.

Los dos se quedaron en silencio un rato, cada uno analizando sus argumentos. Acababa de terminar el primer round y Hugo sabía que lo había ganado con un potente derechazo a la mandíbula. Si hubiera querido rematarlo, habría continuado diciéndole que en el Libro de Ezequiel aparecía un OVNI y que en el Génesis se contaba dos veces la creación del hombre y la mujer porque en realidad la primera pareja de humanos fue Adán y Lilith, y después vino Eva. Pero prefirió guardarse esos argumentos por si la conversación cambiaba de rumbo hacia la veracidad de la Biblia.

—Si Lucifer es bueno, como dices tú, ¿por qué la gente hace rituales satánicos con sangre y sacrifica niños y hace cosas así?

—Esos son solo esquizofrénicos y psicópatas. La verdadera iglesia satánica no tiene nada que ver con eso.

—¿Existe una iglesia satánica?

—Sí. Está en Estados Unidos o en Alemania, no me acuerdo. Pero de que existe, existe.

—¡Vaya!

El cigarrillo regresó a las manos de Hugo. A esas alturas, el efecto de la marihuana se sentía ya con claridad.

—Tienen su propia biblia y todo.

—¡No te creo! ¿Una biblia satánica?

—En realidad, ellos se llaman a sí mismos “satanistas”.

—¿De dónde sacas todas esas cosas?

—Google lo sabe todo, compadre.

—A ver…

Hugo vio que su amigo sacaba el teléfono del bolsillo y buscaba en internet lo que él le había dicho. Se sintió todo un erudito cuando el navegador confirmó que tenía razón. Había ganado el segundo round con un nuevo golpe devastador.

—Igual yo tengo otra idea sobre Lucifer. —Como un hábil boxeador, lanzó un jab suave para tantear el camino.

El cigarrillo cambió de mano una vez más.

—¿Qué idea?

—¿Leíste Réquiem de los Cielos?

Era una pregunta retórica. Hugo sabía que su amigo ni siquiera leía las publicaciones en Facebook o Instagram. Y, si lo hacía, rara vez las entendía del todo. Esta pésima comprensión de lectura se veía reflejada en sus bajas calificaciones, las que lo tenían a punto de repetir tercero medio. De hecho, los cursos anteriores los pasó a duras penas y gracias a los torpedos y soplos con los que él le ayudaba en las pruebas. Así que no se molestó en esperar una respuesta.

—Es de un chileno, no me acuerdo como se llama, pero parece que vivía aquí en Quintero —continuó—. Creo que era milico. Bueno, el asunto es que ahí dice que Lucifer no se reveló porque quería ser como Dios. Lo hizo porque quería que la humanidad y los ángeles fueran libres de escoger en quién creer. Estoy esperando que salga la tercera parte para ver cómo termina, pero, hasta ahí, la he encontrado muy convincente.

Su amigo lo miró con escepticismo.

—Es solo una novela…

—Sí, pero eso confirma que hay más gente que piensa distinto a lo que dice la Iglesia. Por algo debe ser.

El cigarrillo cambió por última vez de mano y los muchachos acordaron que era hora de irse a sus casas. La temperatura había descendido bastante, aunque no sentían frío. Hubieran seguido conversando por largo rato, pero Hugo prefería evitar tener problemas con su mamá, que llegaba del trabajo a eso de las ocho. Si él no estaba para esa hora, tendría que soportar el largo y tedioso sermón que ella le daría sobre lo peligroso que se había vuelto Quintero y lo mala que estaba la gente en todo el país. Era mejor evitar problemas. Tomaron sus mochilas, apagaron el porro, lo tiraron al mar, y echaron a andar.

—También tengo otra idea… —dijo cuando llegaron a la caleta.

—¿Cuál?

—Pienso que es probable que Dios y Lucifer sean la misma persona.

Este era un argumento nuevo. Lo había considerado durante días, después de leer un largo artículo en una página de internet. Pensaba guardárselo para otro momento, pero la euforia de la marihuana terminó por hacerlo hablar antes de que pudiera detener su lengua.

—Eso ya es más raro…

—No. Mira, si Dios es perfecto, todo lo sabe y es bueno, ¿por qué existe el mal? No tiene sentido. Si él lo deseara, evitaría todo eso y todos seríamos felices, buenos y andaríamos en pelotas en el Paraíso todavía. Yo creo que lo hace a propósito para mantenernos controlados. Creo que es como un niño con una lupa tratando de quemarnos como si fuéramos hormigas.

Su amigo soltó una risotada.

—¡Eso es de una película de Jim Carrey! —dijo riendo.

Hugo se sonrojó al verse sorprendido. No era que le molestara que lo hubieran descubierto usando una frase de una película. El asunto es que él, experto en temas oscuros, aficionado a las teorías conspirativas y un total opositor del cristianismo, acababa de dejar en evidencia unos gustos bastante comunes a pesar de su constante esfuerzo por mostrarse diferente al resto de los chicos de su edad.

—Bueno, nos vemos mañana. —Se despidió con tirantez.

—Chao.

Y los dos amigos se separaron al llegar a Avenida Normandie, tomando cada uno su propio camino y tratando de procesar lo que habían conversado para continuar con esta interminable conversación en cuanto tuvieran la oportunidad.


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