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Mostrando las entradas con la etiqueta aventuras en familia

La Última Bala

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  Mención Honrosa en la 12° versión del Concurso Nacional de Cuentos Teresa Hamel, organizado por la Sociedad de Escritores de Chile, año 2022. Las ideas estaban estancadas en su cabeza. Después de pasar todo el día dándole vueltas al asunto, imaginando la escena perfecta para iniciar el relato, al momento de sentarse frente al computador y abrir un documento en blanco, todo quedó en nada. Simplemente desapareció. Joaquín, quien se consideraba a sí mismo un prospecto de escritor, a pesar de contar ya con dos novelas publicadas, se quedó varios minutos mirando el cursor parpadear con burla mientras se devanaba los sesos buscando la palabra que sirviera para romper la inercia. Sabía que, una vez que comenzara, el resto fluiría con facilidad, como solía suceder. Una palabra seguiría a la otra hasta convertirse en un párrafo y crecería y crecería, transformándose en páginas que correrían por su cuenta hasta llegar al clímax del punto final. Pero el motor de su imaginación no se ponía en ma

Chofi

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  Fue una noche de otoño de 2009. Mi esposa y yo vivíamos en un departamento en Rodrigo de Araya y esperábamos a nuestra primera hija. Recuerdo que solo unos días antes tuvimos la primera ecografía y la ilusión, la ansiedad, los nervios, además de unos impensados antojos de tomar Coca-Cola y comer chocolate, se apoderaron de mis días, sin contar las desagradables náuseas que me invadieron a mí en lugar de a mi esposa. En fin, esa noche, como todas las noches, me acosté pensando en el bebé que venía en camino. Ya teníamos definidos los posibles nombres: Felipe Esteban, si era niño, o Sofía Catalina, si era niña. Y por esas cosas mágicas que estoy seguro de que existen, aunque no siempre las vemos, me quedé dormido y en mis sueños aparecí en una playa que no conocía, mirando al mar, hasta que una jovencita crespa, alta y delgada, de unos doce o trece años de edad, se me acercó. La reconocí de inmediato: era Sofía, mi hija que recién venía en camino. Ella me miró, sonrió y me dijo que sí,

La Golondrina y la Semilla del Calafate

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Cuando llegó la primavera al sur de Chile, los calafates comenzaron a llenarse de flores doradas y el viento trajo de vuelta a los gorriones y las golondrinas, quienes regresaron del norte con sus alegres cánticos y fantásticas acrobacias aéreas. Una de estas golondrinas se hizo amiga de un frondoso arbusto de calafate lleno de flores que soportaban con firmeza los fuertes vientos magallánicos. Como los días en esa época del año se hacían más largos, pasaban horas y horas charlando sobre lo que la golondrina había visto en las tierras que visitó durante el invierno, hasta que el calafate le permitió posarse en sus ramas sin que las afiladas espinas le hicieran daño. De esta manera, la amistad entre ambos se hizo cada vez más fuerte y, cuando llegó el momento de que asomaran los primeros frutos de la temporada, el arbusto permitió a su amiga alada que comiera de ellos con el compromiso de que le ayudara a esparcir sus semillas por toda la pampa. La golondrina aceptó y comió en abundanci

Travesía Familiar

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  En un abrir y cerrar de ojos ya ha pasado un mes desde que arribamos a Bogotá. Atrás quedaron las largas y tediosas jornadas de trámites, exámenes médicos, peleas con la aerolínea, el SAG y su símil colombiano ICA. Estamos instalados y acomodados casi al cien por ciento en lo que será nuestro hogar hasta que regresemos a Chile en enero próximo. Tengo la suerte de que mi familia y yo llevamos ya varias mudanzas en el cuerpo y no se nos hace demasiado difícil acostumbrarnos a los cambios. Lo logramos al llegar a Punta Arenas, ciudad que todavía amamos y extrañamos —y que, en medio del contexto nacional, es casi como viajar a otro país—, y ya estamos en pleno proceso de “acolombiamiento”, avanzando viento en popa y disfrutando de vivir en este país tan amable con los extranjeros. La experiencia ha sido enriquecedora. Las personas son gentiles, bulliciosos y alegres, aunque en esta zona no demuestran ese candor caribeño que esperábamos encontrar. Y es que en verdad Bogotá es la “nevera”

La Ciudad Secreta de Animalia

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 Este cuento es especial. Fue escrito por mi hija, Sofía Navarrete, y con él ganó un concurso literario de su colegio. Les comparto La Ciudad Secreta de Animalia: Por culpa del coronavirus, se suspendieron las clases y tuve que quedarme en casa con mi hermana Laura. Pero mis papás igual iban a trabajar, así que pasábamos todas las mañanas solas. Un día, nos dimos cuenta de que Mini, nuestra perra, y Kitty, la gata, se metían debajo de nuestra cama y pasaban mucho rato sin salir. Nos dio curiosidad y las dos nos agachamos para mirar qué hacían y nos asustamos al ver que no había nada debajo de la cama. Así que pensamos que habían salido sin que las viéramos y seguimos jugando. Al otro día, ellas se metieron de nuevo debajo de la cama y ahora sí que corrimos las dos para ver qué hacían y descubrimos que tenían un pasadizo secreto. Nos llamó mucho la atención, por lo que nos apuramos en seguirlas y llegamos a una ciudad en la que los animales hablaban y caminaban como las personas, usando

Las Hermanas Exploradoras y la Búsqueda de las Joyas de la Reina Nieves

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  Las hermanas Navarrete vivían muchas aventuras juntas. Ya fuera durante un fin de semana o apenas salieran del colegio, se embarcaban en fantásticos viajes imaginarios que las llevaban por destinos exóticos, a través de tierras mágicas, llenas de aventuras y misterios. Laura, la menor, era la más intrépida y valiente, mientras que Sofía se encargaba de planificar todo lo que pudieran necesitar para cada uno de sus viajes. Juntas formaban un tan buen equipo que eran imparables frente a cualquier peligro. Una mañana de domingo, bajaron caminando desde el Cerro Mirador con la misión de encontrar las hermosas joyas perdidas de la Reina de las Nieves y volver a casa, sanas y salvas, antes del almuerzo. Así que partieron muy temprano, poco después de que el sol apareciera en el Estrecho de Magallanes. Habían encontrado un mapa que los ladrones de las joyas olvidaron en su escape del Castillo Helado y partieron sin dudarlo apenas la hermosa reina les explicó del robo que había sufrido