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Venganza Astrea, capítulo I

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  La indignación cundía entre todos los presentes que atestiguaban lo que pasaba en esa sala. Se suponía que estaban ahí para ver al Estado impartir justicia, pero para desagrado de muchos, pena de otros y un doloroso golpe al corazón de un puñado de testigos, la persona encargada de ejercer la ley se veía con las manos atadas ante la imposibilidad de comprobar aquello que todos sabían. Que ese malnacido había asesinado a Rubí. Era un hecho que conmocionó a la ciudad y los medios de comunicación no tardaron en dejarse caer sobre los acontecimientos como un enjambre de moscas sobre la mierda. Rubí, una pequeñita de tiernos cuatro años de edad, había sido encontrada muerta en un sitio eriazo, con evidentes marcas de haber sido abusada sexualmente. Los testimonios y las indagaciones por parte de la policía apuntaron a un único y seguro culpable: la pareja de la madre de la niña, un delincuente de renombre en el barrio con un amplio prontuario policial, por lo que nadie se explicaba por qu

Buenas nuevas

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  2020 fue un año que pensé que nunca iba a acabar. Vino acompañado de muchos cambios y de un inesperado virus que puso al mundo de cabeza. Sin embargo, por el lado de la escritura, llegó la publicación de mi cuarta novela, Venganza - Astrea, de la mano de Sietch Ediciones, la que me ha llenado de satisfacciones. Recuerdo por allá por 2019 cuando la postulé, junto a mi buen amiga Natalia, al Fondo del Libro , donde no alcanzó el puntaje mínimo para quedarse con alguna asignación y hubo un minuto en que la motivación se esfumó y pensé en que todo el esfuerzo y trabajo detrás de esta historia había sido en vano. Pero seguí adelante con este proyecto y comencé a buscar editorial, al mismo tiempo que pensaba en autopublicarla, y de pronto me topé con Michel Deb y su Sietch y dije "¡aquí es!". Y creo que es la mejor decisión que he tomado hasta ahora. Después de años trabajando de manera independiente, firmar contrato con una editorial formal significó una enorme diferencia, no so

El Camino de la Venganza: Negocio Redondo

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  Alonso Urrutia estaba acostumbrado a estas reuniones. En un principio le parecían incómodas y él se sentía fuera de lugar, más que nada porque los temas que se trataban en ellas no siempre se apegaban a los ideales juveniles que lo llevaron a estudiar derecho. Sin embargo, no tardó mucho tiempo en acostumbrarse y, en una ciudad que era el vivo reflejo de la frase “supervivencia del más fuerte”, no tuvo que hacer un gran esfuerzo para dejarse llevar por la ola en la que otros llevaban surfeando desde hacía bastante tiempo, y sumarse a la Cofradía Lisias, un exclusivo y cerrado círculo formado por los más prestigiosos estudios jurídicos de la gran metrópolis, avalado, aunque no directamente, por el Colegio Nacional de Abogados. No pasó mucho antes de que se hiciera notar entre sus colegas. Él, joven y ambicioso, demostró poseer un agudo intelecto, una extrema facilidad de oratoria y una capacidad única para leer a la gente. Podía pararse frente a cualquier persona en el estrado y descu

El Camino de la Venganza: Justa Sentencia

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La jornada de aquel día lunes había sido inusualmente agobiante. Una serie de casos de asesinatos en las calles colmaban los tribunales de periodistas y curiosos que querían conocer los detalles de los misteriosos ajusticiamientos de presuntos traficantes y pederastas que fueron encontrados sin vida bajo circunstancias increíbles. Por todas partes circulaba el rumor de un personaje enigmático que algunos describían como un robot, otros como un astronauta del futuro y, los más fantasiosos, como un personaje salido de alguna de las recientes y exitosas películas de superhéroes. No había total acuerdo entre los distintos y escasos testigos de si se trataba de un hombre o una mujer, pero la mayoría de las declaraciones apuntaban a un ser de aspecto femenino, aunque con una fuerza y agilidad muy por sobre lo normal. Y esa batahola llevó a duplicar la presencia policial en el juzgado y redoblar los turnos de todos los funcionarios del tribunal. Por esta razón, recién a las seis de la tarde e

El camino de la Venganza: Sacrilegio

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  Hubo un tiempo en que me gustaba ir a la iglesia. Pero de un momento a otro todo se fue a la mierda. No era solo por el hecho de tener que levantarme mucho más temprano de lo habitual para un domingo ni por el exasperante ritual de arreglarse para ir a soportar la eterna hora que duraba la misa. Se trataba de algo más visceral, una sensación de desagrado frente a los feligreses que se reunían en el lugar y su actitud de “todos nos queremos” y “todos somos una familia”, cuando muchos de ellos estaban tan metidos en la basura como yo. Claro que para mi madre esto no era más que una nueva reacción de apatía por mi adolescencia y tal vez por mi inestable estado de ánimo. Después del doloroso abandono de mi padre y la serie de conflictos legales que le siguieron, caí en una profunda depresión que me mantuvo en tratamiento siquiátrico bastante tiempo. En tanto, mamá debió lidiar con los líos y trámites de la separación, mi enfermedad y todo el caos relacionado con el cambio de casa y la

Noticias

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  ¿En qué estoy? Eso es lo que algunos lectores y seguidores me preguntan cuando pasan semanas sin que publique nada en redes sociales. Así que usaré esta entrada para contarles qué estoy haciendo y qué se viene en el futuro próximo. Como muchos saben, escribir es una afición que pasó a ser un segundo trabajo, pero que no es mi actividad principal, por mucho que desearía que así fuera. Y, el que es mi trabajo principal, ha demandado bastante tiempo durante los dos últimos meses, por lo que escribir se ha vuelto complicado. Sobre todo, por unos inesperados asuntos familiares que tal vez en otro momento les cuente con mayor detalle. De todas maneras, algo grande se acerca: mi primer trabajo con una editorial de verdad, confiable y muy, pero muy recomendada para los amantes de la ciencia ficción, ya sean lectores o escritores. Antes de hablar de eso, les voy a contar sobre mis otros proyectos, para que entiendan que, a pesar del poco tiempo que he tenido para escribir, no he dejado