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Tras las Sombras - Capítulo Final

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Santiago de Chile es una ciudad bulliciosa acostumbrada a un ajetreo intenso que rara vez se ve interrumpido por algo que no sea un desastre natural, un partido de futbol o la visita de un músico de fama mundial. Por lo tanto, que un policía se enfrentara a tiros con otros detectives, causara la muerte de uno de ellos y luego fuera abatido a balazos, era algo circunstancial que pasó desapercibido para la mayor parte de la población. Muy pocos siguieron la noticia y muchos menos se enteraron de que ese policía terminó por escapar del hospital al que fue derivado sin dejar el menor rastro. Sin embargo, la poca atención que se prestó a aquel hecho no fue algo fortuito. Por el contrario, la PDI se preocupó de manejar con suma discreción todo lo relacionado con el caso del inspector Bascuñán, desde su repentino cambio de conducta, la extraña y aún no comprobada relación que tuvo con Gloria Andrade, la mujer que se arrojó a las líneas del Metro a plena luz del día, y la causa que lo llevó a

Tras las Sombras - Capítulo V

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El resto del día se transformó en un difuso caminar por calles que a duras penas reconocía y entre gente a la que ni siquiera le había visto los rostros. Solo tenía un vago recuerdo de haber salido del condominio y pasar frente al conserje sin ser capaz de darle una respuesta a sus incesantes preguntas. Era como si flotara en un mundo por completo ajeno al que vivía hasta el lejano ayer. Lo único que lo devolvió a la realidad, fueron las luces azules de las balizas que estaban en las afueras de su casa. Cuando bajó del Metro en San José de la Estrella, caminó como un sonámbulo hacia su hogar, apenas consciente de las brillantes luces poco usuales que divisaba a lo lejos. No fue hasta que cruzó la calle en la que se había establecido un restaurant de sushi un par de meses atrás, que logró reaccionar y darse cuenta de que dos camionetas de la PDI estaban estacionadas afuera del portón de su casa. —Riquelme —dedujo. Eso confirmaba que habían detectado sus huellas en las pertenencias de la

Tras las Sombras - Capítulo IV

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  Por esta vez, Bascuñán dejó de lado su poco gusto por usar la locomoción pública sin pagar e hizo parar el primer taxi que apareció, se identificó como funcionario de Investigaciones y le indicó la dirección que había encontrado en internet. —Necesito que llegue lo antes posible, ¿entendido? El taxista, no muy contento, asintió a regañadientes y se puso en marcha de acuerdo a las instrucciones del detective. En un santiamén llegaron al centro de Santiago y se internaron en sus populosas calles hasta dar con la dirección indicada. Bascuñán bajó apenas el auto se detuvo y lanzó un desabrido “gracias” sin siquiera preocuparse por si fue escuchado. A paso vivo entró por la puerta principal del edificio y se fue directo al mesón en el que un añoso conserje saludaba y atendía a todo aquel que se le acercaba. —Buenos días —levantó su placa al llegar frente al hombrecillo—, soy el detective Bascuñán y necesito hacerle unas preguntas. El conserje se ajustó los lentes, revisó con detenimiento

Tras las Sombras - Capítulo III

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  Antes de que los equipos de emergencia llegaran al lugar del incidente, Bascuñán ya había tomado nota en su celular de todos los aspectos que consideraba relevantes para la eventual investigación del caso. Desde la extraña actitud de la mujer, su forma de moverse, la fluctuación de emociones reflejadas en su rostro, su inusual vestimenta y, sobre todo, lo que encontró en ella. El abrigo de gabardina había quedado tirado en medio del andén, a casi exactos cinco pasos de la línea que marcaba la zona de seguridad tras la que los pasajeros debían esperar la llegada del tren. El inspector sabía que no debía tocar nada para no alterar la evidencia, pero presentía que había algo demasiado extraño en este caso y que era probable que alguna pista pudiera obtener de ese horrible abrigo. Una pista que lo llamaba casi por su nombre para invitarlo a encontrarla. Así que, contra todo procedimiento, se aproximó a paso decidido a la arrugada prenda que descansaba en el suelo y se detuvo ante ella. S

El Espejo

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  La casa nueva resultó ser mucho más grande y cómoda que nuestro anterior departamento. El antiguo residente se había preocupado de pintar por completo el interior y barnizar toda la fachada. Solo las paredes laterales se notaban algo deterioradas por el tiempo, pero todo lo demás parecía casi nuevo. Además, por ser casa de esquina, tenía un patio en el que con facilidad cabían dos autos o, lo que me entusiasmaba todavía más, una buena piscina. Y mi enorme dormitorio me hizo olvidar por completo cualquier reparo previo a la mudanza. Lo único que me causaba una cierta incomodidad era el imponente espejo adosado a la pared en el descanso de la escalera, justo a medio camino entre el primer y el segundo piso. Era un gigantesco óvalo de marco dorado con la inclinación precisa para verse de pies a cabeza desde el primer peldaño hasta llegar frente a él. No supe si se debía al ángulo de incidencia de la luz que llegaba desde las ventanas del pasillo superior o a alguna deformidad del vi