La Golondrina y la Semilla del Calafate
Cuando llegó la primavera al sur de Chile, los calafates comenzaron a llenarse de flores doradas y el viento trajo de vuelta a los gorriones y las golondrinas, quienes regresaron del norte con sus alegres cánticos y fantásticas acrobacias aéreas. Una de estas golondrinas se hizo amiga de un frondoso arbusto de calafate lleno de flores que soportaban con firmeza los fuertes vientos magallánicos. Como los días en esa época del año se hacían más largos, pasaban horas y horas charlando sobre lo que la golondrina había visto en las tierras que visitó durante el invierno, hasta que el calafate le permitió posarse en sus ramas sin que las afiladas espinas le hicieran daño. De esta manera, la amistad entre ambos se hizo cada vez más fuerte y, cuando llegó el momento de que asomaran los primeros frutos de la temporada, el arbusto permitió a su amiga alada que comiera de ellos con el compromiso de que le ayudara a esparcir sus semillas por toda la pampa. La golondrina aceptó y comió en abundanci