Entradas

¿Mi método de trabajo?

Imagen
¿Cómo le haces para escribir un libro? Esta es una pregunta recurrente entre los familiares y conocidos que escuchan con asombro cuando les cuento que soy escritor. Mi respuesta siempre es clara y sencilla: me siento frente al computador, abro un Word en blanco y escribo. Así de fácil. Es que hasta ahora, no he podido ceñirme a un plan de escritura como muchos colegas lo hacen. Cuando empiezo a trabajar en una nueva novela, a lo más tengo una vaga idea del argumento, pero ni siquiera conozco a los personajes y mucho menos lo que les espera. Al momento de empezar a escribir es cuando las cosas toman forma. Todo surge de manera espontánea y se va desarrollando a medida que avanzo en las páginas. No uso fichas de personajes, no hago líneas de tiempo, con suerte tomo notas por aquí y por allá y las guardo hasta el momento perfecto para usarlas. Claro que este método no es el más idóneo, pero a mí me significa una forma natural de ir poniendo las ideas en orden y “conociendo” a los personaj

¿Experiencia? No la suficiente

Imagen
Ya les conté quién soy como escritor y quién soy como lector. Ahora me gustaría contarles algunas experiencias que he tenido desde que me embarqué en este viaje de letras. La primera y tal vez más decepcionante, es ver que la literatura, al igual que la gran mayoría de las cosas en este mundo globalizado, es un negocio bastante rentable si se cumple una pequeña condición: tener el apoyo de una editorial de renombre. Para los mortales que, como yo, apenas somos un nombre en la larga y compleja lista de escritores esperando su momento de fama, es más que nada una inversión que muy rara vez se ve recompensada monetareamente. Claro que todos imaginamos en más de alguna  ocasión alcanzar el éxito con nuestras novelas, pero, al menos en mi caso, he debido redefinir lo que éxito significa. Si miramos a los grandes escritores a nivel mundial, éxito es conseguir miles de ventas. Sin embargo, para un escritor amateur, el éxito se mide por las cantidades de comentarios positivos y reseñas halagad

¿Qué tipo de lector soy?

Imagen
Ya les conté sobre el tipo de escritor que soy. Ahora, qué tipo de lector soy es otro cuento. Creo que, al igual que muchos, detesté gran parte de los libros que me obligaron a leer en el colegio. Más por la estricta supervisión de mi madre que por el gusto a la lectura, terminé todos y cada uno de ellos. Desde Papelucho hasta Pedro Páramo, pasando por El Lazarillo de Tormes, La Vida es Sueño, Niebla y tantos otros clásicos que detesté con mi alma. No puedo negar que hubo obras que me fascinaron, como El Mío Cid, El Viejo que Leía Novelas de Amor, En familia y Mac, el Microbio Desconocido. Desde entonces comprendí que el problema no era que no me gustara leer. Se trataba de que no encontraba un género que en verdad me cautivara. Hasta que convencí a mi madre de que me comprara un libro de bolsillo que venía junto al diario del domingo. Ni siquiera sabía de qué se trataba, pero aquella portada en la que las fauces de una fiera emergían desde la oscuridad y el soberbio nombre de su autor

¿Quién soy?

Imagen
Muchos de ustedes, mis queridos lectores, ya me conocían. De hecho, en mis pasados intentos por mantenerme en el mundo digital ya me había presentado. Sin embargo, más allá de mostrarles quién soy como persona, esta vez me atreveré a tratar de describirles quién soy yo como escritor. Veamos. Mis primeros pasos contando historias fueron a mediados de los 90 ―¡qué terrible pensar que eso fue en el siglo pasado!―, cuando me animé a dibujar un par de historietas para mis compañeros del colegio. En ese tiempo, la programación infantil en Chile estaba dominada por Los Súper Campeones y Los Caballeros del Zodiaco. Pasaron años para que me enterara de que en realidad sus nombres eran Capitán Tsubasa y Saint Seiya, pero ese es otro cuento. En medio de todo eso, surgió un breve cómic basado en el equipo de futbol de mi curso, donde retraté a cada uno de mis compañeros, incluyéndome en la defensa, en un estridente partido contra los antagonistas, reviviendo el sempiterno conflicto entre el curso