¿Mi método de trabajo?



¿Cómo le haces para escribir un libro? Esta es una pregunta recurrente entre los familiares y conocidos que escuchan con asombro cuando les cuento que soy escritor. Mi respuesta siempre es clara y sencilla: me siento frente al computador, abro un Word en blanco y escribo. Así de fácil.

Es que hasta ahora, no he podido ceñirme a un plan de escritura como muchos colegas lo hacen. Cuando empiezo a trabajar en una nueva novela, a lo más tengo una vaga idea del argumento, pero ni siquiera conozco a los personajes y mucho menos lo que les espera. Al momento de empezar a escribir es cuando las cosas toman forma. Todo surge de manera espontánea y se va desarrollando a medida que avanzo en las páginas. No uso fichas de personajes, no hago líneas de tiempo, con suerte tomo notas por aquí y por allá y las guardo hasta el momento perfecto para usarlas. Claro que este método no es el más idóneo, pero a mí me significa una forma natural de ir poniendo las ideas en orden y “conociendo” a los personajes que van haciendo su aparición con el correr de las páginas.

Porque, como dije más arriba, ni siquiera conozco a mi protagonista o a su contraparte. Voy descubriéndolos con cada paso que doy. Esto ha sido tema de conversación con Laura Torneiro, ya que estamos escribiendo una saga juntos, donde la historia es narrada en primera persona por la pareja protagonista. Laura escribe los capítulos contados por Beca y yo me encargo de escribir los protagonizados por Andreus ―no les daré más detalles para que busquen el libro y lo descubran por su cuenta―, pero ella siempre tiene pensado lo que está por venir, incluso más allá de la primera parte de la serie, y me lo va comunicando, dejándome las ideas al final de su capítulo para que yo las lea e inicie el siguiente… Y yo me encargo de echar abajo todos sus planes y escribir lo que se me viene a la cabeza.

En algunas ocasiones trato de apegarme a lo que Laura me dice, aunque casi siempre termino escribiendo a mi ritmo y a mi manera, obligándola a replantearse sus propias ideas y ella amoldarse a lo que yo agrego a la historia. Cuando lean las dos primeras partes de Amor Inmortal, Valquiria y Quimera, podrán decirme si este método de trabajo dio un buen resultado o no. Nosotros, al menos, creo que hemos logrado un cierto equilibrio en nuestra forma de escribir y considero que ambas novelas y la historia en general es bastante atractiva y entretenida.

Donde sí soy más aplicado es en la fase de corrección y reescritura. Al igual que muchos, aprendí de mis errores y ahora soy bastante más minucioso que cuando escribí la primera edición de Réquiem de los Cielos – Obertura. Los comentarios que recibí respecto de esta novela fueron bastante positivos. La historia es entretenida, la forma de narrar es absorbente, pero tenía tantos errores de tipeo que decidí publicar una segunda edición, esta vez por mi cuenta. Como Obertura fue publicada por la editorial Me Gusta Escribir ―actual Caligrama―, bajo el formato de autoedición, pasé largas semanas revisando hasta eso de las dos o tres de la mañana el borrador de la novela. Claro que mi poca experiencia y la ansiedad de cumplir con los plazos y verla en el mercado cuanto antes, me pasaron la cuenta. Palabras mal escritas, frases incoherentes, errores de continuidad, ¡uf!, tenía tantas fallas que me llegaron a causaba vergüenza leerla.

Con Sumer y las siguientes publicaciones de Réquiem de los Cielos, fue distinto. Dudo mucho haber alcanzado la perfección, pero considero que mi forma de escribir mejoró bastante y las correcciones requirieron mucho menos esfuerzo para llegar a un producto final aceptable. No descarto que tengan errores, aunque creo que son muchos menos que los de mi primera novela.

En cuanto a la reescritura, para mí, este es el punto más delicado y complejo. Cuando termino el primer borrador, el manuscrito queda archivado sin revisión en mi computador por un par de meses antes de que lo tome y empiece a desmembrarlo por completo. Mientras escribo, siento que la historia que sale de mi cabeza es lo mejor que jamás podría inventar, pero, al comenzar a leerla por primera vez, siempre encuentro puntos que mejorar, ideas que agregar o modificaciones sustanciales que hacerle. Solo en este momento es cuando me apoyo con un cuadernillo para anotar resúmenes y detalles por cada capítulo, compararlos, analizarlos, evaluar si se mantendrán igual o sufrirán cambios, y agregar o desechar todo lo que considere oportuno. Entonces reescribo la historia en otro archivo y vuelvo a comenzar: reposo por varias semanas, lectura y edición, las veces que sean necesarias para llegar a estar conforme con el escrito.

De ahí en adelante, dejo mi faceta de escritor y me convierto en diagramador. Por el hecho de autopublicar mis novelas, debo diseñar la portada de cada una de ellas. Esto implica bucear en los bancos de imágenes libres de derechos de autor, elegir la que más se acerque a la trama de la novela, editarla y darle forma según el título que se me vino a la cabeza en algún momento de la primera lectura, configurarla en el creador de portadas de Amazon y finalmente publicar el libro.

Entonces salto a mi puesto de publicista y me sumerjo en las redes sociales para promover mi obra lo más posible y ganar lectores de distintas partes del mundo. Esta es, sin duda, la parte más difícil: darse a conocer. En mis humildes cuatro años de trayectoria en las letras, he alcanzado hitos muy importantes para mí, como conseguir más de cuatro mil seguidores en Facebook ―en la actualidad van cerca de 3920―, una entrevista para El Observador, un diario local de la Quinta Región, y llegar a estar en el primer lugar de las obras digitales descargadas gratis de Amazon. Se trata de un trabajo arduo que requiere mucha dedicación y la inversión de largas horas para “cazar” clics, impresiones, reacciones e interacciones con el contenido que voy creando a modo de spot publicitario. Para una persona que no puede darse el lujo de vivir de sus libros o de contar con un encargado de marketing, es sumamente agotador, sin contar con que el descuido o la poca constancia echa por tierra todos los esfuerzos con pasmosa facilidad. Es lógico, en un mundo tan cambiante como lo es internet, el interés de los consumidores pasa muy rápido de una cosa a otra y siempre hay que estar buscando la manera de mantenerlos “enganchados” o definitivamente migrarán hacia donde los lleve la tendencia.

Pero las historias no paran ahí. Normalmente trabajo en dos, tres y hasta cuatro novelas al mismo tiempo, alternando entre ellas de acuerdo con mi estado de ánimo y las ideas que llenan mi cabeza. Por ejemplo, en estos momentos preparo un lanzamiento nuevo, reviso un manuscrito antiguo y escribo una novela de terror. Y hace un par de semanas que Laura y yo terminamos Quimera, la que pronto verán en Amazon.

Como pueden ver, escribir es un proceso bastante complejo, pero la médula de todo el trabajo está en sentarse y dejar que las ideas fluyan. Es el mejor consejo que les podría dar.


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