Mi Banda Sonora



El otro día participé de una simpática dinámica en uno de los muchos grupos de Facebook de los que soy miembro, el que se llama Panorama Indie – Cultura Independiente, donde uno de los integrantes publicó el #DíadelespectadorINDIE, un juego que se trataba de imaginar y comentar la banda sonora para un libro independiente o autopublicado, compartiendo la portada y explicando la razón que llevaba a escoger la pieza musical perfecta para la novela.

En mi día a día, la música juega un papel fundamental para regular o estimular mi estado de ánimo. Sin contar con que en todo momento mi mente se encuentra tarareando alguna canción, desde el Pollito Pío hasta el tema de Misión Imposible, descubrí que soy mucho más productivo en determinadas actividades si estoy escuchando música. Claro que no soy amigo de aplicaciones como Spotify y prefiero almacenar las canciones que más me gustan en mi celular, donde ya tengo un playlist que supera las seiscientas. Siento que me quedé a medias entre los tiempos en los que se coleccionaban cassettes ―los más jóvenes quizás ni siquiera sepan qué eran esas cosas―, y la época en que aparecieron los primero dispositivos mp3/mp4 que apenas superaban los ciento veintiocho megas de capacidad. ¡Ciento veintiocho megas! Una enormidad en esos tiempos.

Alcancé a tener varios cassettes, siendo mis más atesorados la versión original del Use Your Illusion I y la copia pirata del Use Your Illusion II de Guns N’ Roses, sumados a varias grabaciones de pésima calidad que hice con la sofisticada radio de mis padres. Todavía recuerdo esas largas horas esperando que alguna emisora reprodujera una canción de mi gusto, rezar para que el locutor no hablara sobre la pista y conseguir grabarla lo más íntegra posible.

Cuando aparecieron los CDs, llegué a tener cerca de una docena, entre Megadeth, Iron Maiden, Guns N’Roses y varias compilaciones de rock, además de algunas bandas sonoras, como las de La Comunidad del Anillo, Star Wars y Rurouni Kenshin. Si contar las muchas carpetas con música que guardaba en la memoria de mi computador y que reproducía con el clásico Winamp.

Y, ahora que los celulares superan de forma astronómica la capacidad de almacenamiento de todos los dispositivos que nombre más arriba, me doy el gusto de buscar y descargar las canciones de mis artistas favoritos y llevarlas conmigo a todas partes. Así es que fui creando mis bandas sonoras específicas para hacer deporte, leer, escribir, trabajar y los quehaceres del hogar.

Para el deporte, por ejemplo, tengo dos listas: Metallica cuando entreno en el gimnasio, y un largo varios para los días de trote. En un principio usaba la misma para ambas, pero hace poco descubrí que las versiones en vivo de Metallica son mucho más estimulantes a la hora de levantar pesas.

Para leer, prefiero música instrumental del tipo de la banda sonora de La Misión, El Naufrago y otras similares.

A la hora de trabajar en la oficina, me concentro con música más rápida y heavy: Slayer, Drowning Pool, Korn, los clásicos de Marilyn Manson, Disturbed, entre otros.

En la casa me acompaña Aerosmith, Iron Maiden, Ozzy Osbourne, Guns N’ Roses, cada uno de los proyectos de Slash, Queen y un interminable etcétera.

Pero para escribir solo hay un grupo capaz de transportarme a los mundos en los que transcurren mis historias: Nightwish.

Creo que descubrí esta banda finlandesa casi por casualidad. En los tiempos en que me encontraba trabajando en Réquiem de los Cielos, disfrutaba de los AMV (anime music video), trozos de video de distintas series o películas de anime musicalizados con canciones que realzaban su trama o la acción de las escenas que se mostraban. Ahí me encontré con uno de Dragon Ball que llevaba el tema End of all Hope y sentí que me voló la cabeza. Gracias a la basta biblioteca de Youtube, llegué a un video de Final Fantasy con She is my Sin y quedé prendido de la voz de Tarja Turunen y la música creada por Tuomas Holopainen, vocalista y teclista de la banda respectivamente.

Poco después llegó hasta mí Elan y la voz de Floor Jansen, la actual vocalista del grupo, terminó por cautivarme. En medio de todo eso, escuché la etapa con Anette Olzon y me di el trabajo de escuchar cada uno de los discos con sus tres vocalistas, aunque terminé enamorado de la voz y presencia de Floor y su estilo sobre el escenario, a mí parecer, perfecto para la banda, sin menospreciar la calidad vocal de sus predecesoras.

Y, desde entonces, la banda sonora de cada uno de mis libros está compuesta por sus canciones. Ghost Love Score para Réquiem de los Cielos, Stargazers para Sumer, Wishmaster para Valquiria, son algunas de las composiciones que más me inspiran a la hora de adentrarme en mis historias. Aunque podría hacer una larga lista relacionada a ellas, pero me extendería mucho en este post.

Así que, para los amantes del rock, los invito a conocer este grupo y de paso les pregunto: ¿cuál es su propia banda sonora para la vida? Los leo en los comentarios.

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