Proyectos, proyectos, proyectos
Ya les conté que trabajo en varias cosillas al mismo tiempo, de las cuales no quiero adelantarles mucho para no arruinar la sorpresa, pero sí les voy a contar del proceso en el que me encuentro.
Para eso, tengo que remontarme a mis primeros días buscando quién pudiera recibir el manuscrito de la primera parte de Réquiem de los Cielos. Fue un extenuante puerta a puerta virtual -todo por internet-, detrás de editoriales que estuvieran dispuestas a conocerme y recibir mi primera obra con intenciones serias y reales de publicarla. En mi mente, casi podía ver a algún ejecutivo o representante sonriendo de felicidad al tener entre sus manos mi borrador y ofreciéndome un Parker para firmar el cuantioso contrato que me catapultaría a un sitial al lado de mi héroe de las letras, Stephen King.
Como ya les conté, en esa oportunidad solo me encontré con puertas cerradas y cotizaciones millonarias que yo debía pagar si quería ver mi libro impreso. Cosa que al final hice y que hoy me cuestiono seriamente.
Mi siguiente gran experiencia fue con Sumer y los servicios de una editorial que ahora veo que lo único que hizo fue corregir un par de páginas y publicarla en mi cuenta de Amazon tal como aprendí a hacerlo por mí mismo. No me puedo quejar respecto de la rapidez y calidad de su trabajo, pero sí es cierto que tampoco “intervinieron” mucho el borrador. Tiendo a pensar que no fueron muy prolijos, porque dudo tener una novela completa escrita con apenas uno que otro error de forma y estilo, aunque hasta ahora no he recibido observaciones ni comentarios al respecto.
En fin, en esas dos aventuras literarias desembolsé tanto dinero que hace poco terminé de pagar las deudas que significaron. Pagos que todavía no logro cubrir con las ventas de las novelas que publiqué solito, solito en Amazon ―llevo apenas cincuenta mil pesos de regalías acumuladas en mis cuatro años de “carrera”-, pero eso tampoco es algo que pueda cambiar. Claro que duele ver irse tanto dinero, aunque el placer de decir que tengo tres novelas publicadas en solitario y tres más en cooperación con otra escritora, merma en algo la decepción económica.
Y hoy, después de horas y horas de lectura, me he decidido por una nueva aventura en mi intento de masificar, o al menos hacer presente mi trabajo entre los aficionados a la lectura de mi país.
Resulta que, en uno de los tantos grupos de escritores de Facebook, me encontré con una publicación de Ariel Cruz, un escritor y blogger de transporte que cuenta en detalle su proceso de publicación de manera independiente. Grande y grata fue mi sorpresa al descubrir que también es chileno y eso capturó todavía más mi interés por sus palabras, a tal punto que decidí escribirle y terminamos intercambiando experiencias en una amena charla que me mostró una nueva arista que hasta ahora no había probado: recurrir directo a una imprenta en lugar de una editorial.
Esto, algo que se ve sencillo y medianamente económico, no es tan así. Resulta que hay que maquetar el libro, diseñar o mandar a diseñar la portada, sin contar la corrección y edición, además de comprar el ISBN -International Estándar Book Number, sistema internacional de identificación y numeración de títulos-, comprar también el código de barras , todo lo que va sumando y sumando a la cuenta.
Por suerte, gracias a Amazon aprendí a maquetar y me ahorré ese gasto. Por otro lado, ayer dediqué largas horas a aprender y experimentar con InDesign hasta lograr dar con la manera de crear las portadas para mis propios libros, pudiendo prescindir de contratar servicios profesionales y diseñar con resultados bastante aceptables para mi nivel ultra, mega amateur. En cuanto a la corrección y edición, gracias a las variadas revisiones y a mis lectores beta, decidí confiar en la calidad de mi trabajo y en los arreglos realizados debido a sus observaciones.
Y empecé a cotizar.
Tal como Ariel me había dicho, sumando y restando, el monto final resulta bastante más accesible que lo que pensaba. El valor por libro impreso es similar al que me cobraría Amazon por mis copias de autor, solo unos cien o doscientos pesos más barato, pero con la ventaja de no tener que pagar los gastos de envío, que es lo que encarece el libro.
Y lo que es la inscripción de Propiedad Intelectual, el ISBN y el código de barras es un gasto que se realiza una sola vez, así que tampoco aumenta demasiado el capital requerido para un tiraje de cien libros.
Entonces, sumando y restando, creo que es una muy buena opción para tener un libro de mi autoría impreso en mis manos. Ahora falta el siguiente enorme y gran paso: su venta. Pero de eso les contaré cuando ya eche a andar todo el tremendo aparataje que estoy montando para la que será mi siguiente novela. Una que espero que les guste tanto como me ha gustado a mí mientras la escribía.
Lo único que puedo decirles es que si todo sale bien mañana, empezaría muy pronto su producción.
Así que atentos, que algo nuevo se acerca.
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