Tras las Sombras - Capítulo IV
Por esta vez, Bascuñán dejó de lado su poco gusto por usar la locomoción pública sin pagar e hizo parar el primer taxi que apareció, se identificó como funcionario de Investigaciones y le indicó la dirección que había encontrado en internet. —Necesito que llegue lo antes posible, ¿entendido? El taxista, no muy contento, asintió a regañadientes y se puso en marcha de acuerdo a las instrucciones del detective. En un santiamén llegaron al centro de Santiago y se internaron en sus populosas calles hasta dar con la dirección indicada. Bascuñán bajó apenas el auto se detuvo y lanzó un desabrido “gracias” sin siquiera preocuparse por si fue escuchado. A paso vivo entró por la puerta principal del edificio y se fue directo al mesón en el que un añoso conserje saludaba y atendía a todo aquel que se le acercaba. —Buenos días —levantó su placa al llegar frente al hombrecillo—, soy el detective Bascuñán y necesito hacerle unas preguntas. El conserje se ajustó los lentes, revisó con detenimiento