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La Golondrina y la Semilla del Calafate

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Cuando llegó la primavera al sur de Chile, los calafates comenzaron a llenarse de flores doradas y el viento trajo de vuelta a los gorriones y las golondrinas, quienes regresaron del norte con sus alegres cánticos y fantásticas acrobacias aéreas. Una de estas golondrinas se hizo amiga de un frondoso arbusto de calafate lleno de flores que soportaban con firmeza los fuertes vientos magallánicos. Como los días en esa época del año se hacían más largos, pasaban horas y horas charlando sobre lo que la golondrina había visto en las tierras que visitó durante el invierno, hasta que el calafate le permitió posarse en sus ramas sin que las afiladas espinas le hicieran daño. De esta manera, la amistad entre ambos se hizo cada vez más fuerte y, cuando llegó el momento de que asomaran los primeros frutos de la temporada, el arbusto permitió a su amiga alada que comiera de ellos con el compromiso de que le ayudara a esparcir sus semillas por toda la pampa. La golondrina aceptó y comió en abundanci

Tras las Sombras - Capítulo VI

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Lo primero que hizo al cruzar la puerta fue buscar el interruptor para encender la luz. Lo encontró en la pared de su izquierda e hizo un gesto de desagrado al poner sus manos en él y sentir que estaba cubierto de algo pegajoso. Pero lo importante era iluminar el lugar, aunque no supo si eso mejoró en algo el lóbrego ambiente dentro del departamento. La oscuridad se fue para dar paso a un panorama bastante desolador. Lejos de todo lo que podía esperar, aquel lugar estaba convertido en una pocilga llena de basura, rayados, recortes de revistas para adultos en las paredes y un fétido olor que lo abarcaba todo. Bascuñán se tapó la nariz con la mano libre y empezó a avanzar con la pistola lista para disparar si fuera necesario. Caminaba con cuidado, casi de puntillas entre la inmundicia que tenía a sus pies, con los sentidos despiertos al máximo ante una desagradable sensación de estar al borde de un peligro inminente. Revisó con la vista los muebles desordenados y polvorientos sin encontr

Tras las Sombras - Capítulo V

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El resto del día se transformó en un difuso caminar por calles que a duras penas reconocía y entre gente a la que ni siquiera le había visto los rostros. Solo tenía un vago recuerdo de haber salido del condominio y pasar frente al conserje sin ser capaz de darle una respuesta a sus incesantes preguntas. Era como si flotara en un mundo por completo ajeno al que vivía hasta el lejano ayer. Lo único que lo devolvió a la realidad, fueron las luces azules de las balizas que estaban en las afueras de su casa. Cuando bajó del Metro en San José de la Estrella, caminó como un sonámbulo hacia su hogar, apenas consciente de las brillantes luces poco usuales que divisaba a lo lejos. No fue hasta que cruzó la calle en la que se había establecido un restaurant de sushi un par de meses atrás, que logró reaccionar y darse cuenta de que dos camionetas de la PDI estaban estacionadas afuera del portón de su casa. —Riquelme —dedujo. Eso confirmaba que habían detectado sus huellas en las pertenencias de la

Tras las Sombras - Capítulo II

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Saltó de la cama a eso de las ocho de la mañana. Las largas jornadas de los últimos días y la resaca por la borrachera finalmente le habían pasado la cuenta. Olvidó por completo colocar la alarma del despertador y tenía más de veinte llamadas perdidas en el celular, todas de gente de la brigada, quienes de seguro estaban preocupados por su ausencia en la oficina. A duras penas, entre el mareo y el dolor de cabeza, salió corriendo al baño, se duchó con agua fría, se afeitó lo mejor que pudo, llamó a un colega para decirle que se había quedado dormido, que lo cubriera mientras llegaba, y se vistió tan rápido como solía hacerlo en sus años en la Escuela de Investigaciones. Cruzó a paso veloz por la cocina y salió hacia el estacionamiento. Se subió a su automóvil y le dio contacto, pero el vehículo no encendió. —¿Qué mierda te pasa? —gruñó con enfado, a la vez que giraba una y otra vez la llave. De seguro se trataba del alternador, ya había tenido problemas con él el año pasado y, por simp

Tras las Sombras - Capítulo I

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  Para José Bascuñán no era extraño toparse cada cierto tiempo con casos como en el que trabajaba aquella mañana. Era habitual en Chile que de pronto emergiera un sicópata asesino y en un par de malos días dejara un regadero de cadáveres a su paso hasta terminar siendo sorprendido por la policía o, en un arranque de su propia locura, sucumbir ante los impulsos suicidas que hacían que su sanguinaria carrera acabara tan rápido como había empezado. La sociedad aún recordaba a sujetos emblemáticos, tan emblemáticos como los apodos con los que saltaron a la fama. Tal era el caso de “El Tila” en la Dehesa, “El Rambo” en Santiago Centro o “La Quintrala” y el sórdido primer homicidio por encargo en el Chile moderno. A ellos se sumaba una larga fila de etcéteras que podía remontarse a verdaderas leyendas como “El Chacal de Nahueltoro” y su melodramática condena a muerte que culminó en 1963 y trajo consigo el nacimiento de un verdadero culto alrededor de su imagen, lo que incluso se tradujo en l

Venganza Astrea, capítulo I

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  La indignación cundía entre todos los presentes que atestiguaban lo que pasaba en esa sala. Se suponía que estaban ahí para ver al Estado impartir justicia, pero para desagrado de muchos, pena de otros y un doloroso golpe al corazón de un puñado de testigos, la persona encargada de ejercer la ley se veía con las manos atadas ante la imposibilidad de comprobar aquello que todos sabían. Que ese malnacido había asesinado a Rubí. Era un hecho que conmocionó a la ciudad y los medios de comunicación no tardaron en dejarse caer sobre los acontecimientos como un enjambre de moscas sobre la mierda. Rubí, una pequeñita de tiernos cuatro años de edad, había sido encontrada muerta en un sitio eriazo, con evidentes marcas de haber sido abusada sexualmente. Los testimonios y las indagaciones por parte de la policía apuntaron a un único y seguro culpable: la pareja de la madre de la niña, un delincuente de renombre en el barrio con un amplio prontuario policial, por lo que nadie se explicaba por qu