¿Qué hay detrás de un libro?



La imagen que precede esta entrada es una de mis favoritas. Representa a la perfección este oficio que, más que hobby, para muchos de nosotros se transforma en un verdadero trabajo, muy poco remunerado, aunque increíblemente satisfactorio.

Un libro, cuando al fin llega a su forma final, ya sea en papel o en digital, de la mano de una editorial o autopublicado, es un larguísimo viaje que comienza con una simple idea, un sueño, un sentimiento o cualquier detonante para una historia que puede pasar años en gestación antes de entrar en su estado larvario de manuscrito. En especial cuando nos encontramos en la fase de inquietud previa a la decisión de lanzarnos por primera vez a poner por escrito lo que sea que ande rondando en nuestras cabezas.

Para quienes vemos el mundo literario que nace en nuestras mentes de forma tan real y concreta como el mundo real, este pequeño, pero trascendental primer paso viene de la mano de largas horas de investigación. Porque, no es lo mismo escribir sobre el vuelo de un avión sin tener idea de cómo es que en realidad se produce, que hacerlo con conocimiento, con detalle. El lector se da cuenta de eso, agradece la dedicación y el tiempo de investigación antes de poner en papel un argumento o una situación. Es que, a mi parecer, el mundo literario, aunque sea pura ficción, debe tener algo que lo vuelva palpable, creíble y, sobre todo, coherente. Si es un mundo que se apega a las reglas que existen, debe seguirlas casi al pie de la letra, con la gracia de siempre dejar pie para la fantasía. Si es un universo por completo imaginado, entonces debe tener sus propias leyes, sus propias reglas. Me gusta en este caso poner como ejemplo a Tolkien. Él tardó años en construir el universo de El Señor de los Anillos, pero dibujó detallados mapas de la Tierra Media y hasta creo los idiomas de cada uno de sus pueblos. Sin ese nivel de estudio, dedicación y detalle, sin duda su obra no se habría convertido en lo que es hoy en día.

En mi caso particular, he debido leer, buscar y aprender sobre distintas cosas, desde el cristianismo y la religión para Réquiem de los Cielos, pasando por ovnis, teorías conspirativas y dispositivos altamente tecnológicos, aunque reales, para Sumer, mitología para Amor Inmortal y Crónicas de Días Pasados, armamento y robótica para un proyecto que está a la espera de su publicación, y, para El Último Vuelo del Pegasus, ciencia y más ciencia.

Si leen mis obras, se encontrarán con datos llamativos y que parecen demasiado fantásticos, pero que vienen de hechos aceptados -en cuanto a la religión y la mitología no puedo decir que sean “comprobados”-, por más que suenen increíbles. Muestra de ellos es el cañón de riel y los distintos drones que utilizo en Sumer. Y, ahora, el motor de antimateria del Pegasus está basado en diversos estudios y experimentos realizados por la Organización Europea para la Investigación Nuclear, CERN, así como en las lecciones y proyectos publicados a partir de sus resultados.

Y esto aumenta considerablemente el banco de ideas para futuras novelas. Cuando nos quedamos atrapados en lo que siempre aparece en televisión o en las redes sociales, nuestra imaginación y la capacidad para crear se va atrofiando y nos transformamos en unos simples consumidores de fantasía. Pero, al leer y leer, al tomar la punta de un hilo y seguirlo por completo hasta desenrollar toda la madeja, no solo aprendemos, también abrimos nuestras mentes a un universo tan maravilloso como terrible y lleno de posibilidades asombrosas.

Y todo esto, el gigantesco Big Bang dentro de nuestras cabezas, no es más que el inicio del camino que puede resultar en un libro. Y este camino, para quienes no contamos con el apoyo de una editorial dispuesta a publicar lo que sea que escribamos, no termina tampoco cuando al fin nuestro libro nace a la vida. Porque entonces se produce otro vacío que también requiere de estudio e investigación. Una investigación ligada al marketing, al SEO, a aprender sobre “nichos” y palabras clave, a la creación de campañas publicitarias, monetización de sitios web y un creciente etcétera orientado a la promoción del libro recién nacido. Después de pasar horas, días, semanas e inclusive meses revisando antes de que el proyecto al fin sea publicado, hay que dedicarse a la promoción para que no quede en el olvido y se pierda dentro de la cada vez más grande cantidad de novelas, cuentos, antologías, novelas gráficas y cualquier otra obra narrativa que circula de forma anónima y silenciosa lejos de las grandes luces de las casas editoriales y librerías.

El iceberg con el que chocó el Titanic es apenas un cubo de hielo comparado con todo el proceso de publicación de un libro. Y, con todo eso, este proceso es tan placentero, tan gratificante, que no deja de valer la pena. Hablo por mí al decir que cada una de las horas que paso sentado frente al computador, mientras mi familia duerme tranquilamente y me quedo a solas con mis pensamientos, música y la compañía de mi amigo Jack Daniel’s, es una hora absolutamente bien invertida.

¿A alguien más le pasa lo mismo?

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